martes, 18 de junio de 2013

El cielo Arañuelo desde Lagartera



El  cielo  Arañuelo  desde  Lagartera

Pueblos hay que conocen las estrellas,
acostumbrados a los frutos, casi
tallados a la imagen de sus hombres
que saben de semillas por su tacto.
Claudio Rodríguez

Tu mi tierra no tienes océanos, ni legendarios mares, pero tienes el cielo más luminoso de cuantos hay en esta vieja piel de toro que llaman España. Tus labradores no son geógrafos, pero si astrónomos, que llaman sencilla mente carro, a la constelación de la Osa Mayor, y como no hay carro sin lanza, desde esta van nombrando  las estrellas y luceros y recitando las poblaciones a las que apuntan: Navalcan y Parrillas. Caleruela, Valdeverdeja, Puente del Arzobispo...

Noche de verano en los últimos días sofocantes de Julio en la era. El joven permanece solo en el guango. Sus padres marcharon a la aldea pues al abuelo le habían dado la extremaunción y se le acababa la vida. Por la tarde había terminado de trillar una parva, y con el bieldo lo había recogido en una almiara alargada, para a la mañana siguiente, si el viento solano sopla, limpiar el grano separándolo de la paja.

         La noche es oscura, la luna, como filo de navaja, nada ilumina. Las estrellas brillan con una luz radiante, y el joven, tumbado y sin dormir, contempla el firmamento y recuerda los versos de Gabriel y Galán que el maestro les leía en la escuela:
…………………
Más arriba, los luceros de diamante;
más arriba, las estrellas plateadas;
más arriba, las inmensas nebulosas
infinitas, melancólicas, arcanas…
más arriba, Dios y el éter…más arriba,
Dios a solas en la gloria con las almas…
¡Con las almas de los buenos que la tierra
fecundaran con regueros de sus lágrimas!

El joven con los ojos llorosos piensa en su abuelo y cree que para vivir y morir su tierra, y para la otra vida ese cielo que se le presenta grandioso, infinito y hospitalario.

En este cielo arañuelo se siente la creación y con ella a Dios, como le sintió Unamuno desde las cercanas cumbres de Gredos:

Aquí le siento palpitar a mi alma
de noche frente a Sirio
que palpita en la negra inmensidad,
aquí, al tocarme así, siento la palma
de este largo martirio
de no morir de sed de eternidad.